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Cuando eramos príncipes...

La frase de Eric Berne nos dejó "de una pieza", dicen los españoles, cuando la leímos y nos deslumbró en medio de un libro más que interesante: "Nacemos príncipes y la civilización nos hace ranas".

Imaginamos que la alegoría o parábola nos viene por lo del cuento aquel de "la rana y el príncipe", que con sólo un beso moría el hechizo.

Pero aún nos resulta más conmovedora la reflexión que a su paso nos deja el "recolector" de cuentos y frases, Carlos G. Vallés; reflexión que iremos mezclando con nuestras apreciaciones de la moraleja en cuestión, para ir adaptándola a nuestro contorno social y a nuestro instante histórico.

Al hablar de que nacemos príncipes, se deriva una sola conclusión: Dios, en su Infinita Misericordia, nos ha regalado, no sólo el don maravilloso de la existencia, sino además todo cuanto nos rodea para nuestro deleite, incluyendo a tantos seres queridos, la Creación.

Somos príncipes por nacimiento, y no hay que deducir aquí quién es el Rey. Hijos todos de la mayor Realeza que exista en el mundo, la única indestructible por todos los siglos. Príncipes por sangre, por herencia redentora, por naturaleza divina. Somos libres para pensar y valientes para amar, somos (o deberíamos ser) espontáneos.

"El palacio es nuestro y la Creación es nuestra".

Pero... Y ahí viene el "pero" que daña las cosas, estropea lo bello, torna gris lo azul y frustra la alegría. Pero... siempre debe aparecer el villano, la mala, la oscuridad ante la luz: "La maldición del hada envidiosa nos convierte en ranas".

Y esa malvada no es una mujer fea, con "orquetillas" que vuelan al compás de su escoba mágica... ¡No! "La maldición es la civilización". Y en este momento, los que aman esta sociedad uniforme y "cómoda" fruncen el ceño y comienzan a dudar de lo que decimos.

Pero sí, la "maldita" civilización es la culpable de todo. O sea, nosotros y nuestro mal manejo de la vida y la sociedad y la Creación.

"La etiqueta y la burocracia, la informática. El modelo y la expectativa y el trámite. La cola de rigor en la ventanilla de turno. Los impresos y el sello y la póliza."

¡Ah, la etiqueta y el protocolo, y el susodicho "glamour" poco humano y excluyente que tanto detestamos algunos, aspirantes a lo sencillo y funcional. Se nos va el tiempo de principado en servir como esclavos al reloj, a la computadora y el celular, que mientras más moderno es, más alienante se vuelve para nosotros.

"Sigue la moda y obedece a la multitud. Haz lo que todos hacen y habla como todos hablan. Todos igualitos, todos como ranas de charcas". Es dificil ser diferentes en una sociedad tan uniforme, que sólo aplaude lo formal, lo de ley, lo que todos consideran correcto. 

Y nos preguntamos con Vallés: ¿Quién será el hada que nos devuelva nuestro rostro?

Cambiar de actitud es cosa personal, y luego colectiva mediante la conciencia. Dejar de ser monótono y salirnos de la rutina debe salir desde el corazón mismo del decidido y valiente, del espontáneo. "El despertar nace de dentro". Es hora de que la sangre nos bulla y vibre la conciencia, sabernos distintos al resto del montón y desechar poco a poco los vicios de la cotidianidad y su hermanita, la mediocridad. Es hora de salir de todo esto.

"No hace falta revoluciones ni proclama. Basta con erguirse y sonreír. Sabemos el misterio. Volvemos a ser príncipes. Nos atrevemos a ser distintos, a sentir lo que vivimos, a vivir lo que somos. Nos atrevemos a pensar. Nos salimos del molde. Seremos libres, originales, creativos. Esa es la verdadera civilización".

Adiós charcas!!!

(C) Rafaleomar... Dejando huellas!!!

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