viernes

Bicicleta bajo la lluvia a los 46 ¡Es posible!




El cielo se nubla desde las primeras horas de la tarde. Mentirología, perdón Meteorología la volvió a "pegar" esta vez. El calor es asfixiante, y la CAASD, el acueducto, sigue anunciando sequías...

Pero Dios, en su Infinita Misericordia, le hará un "favor" a este pedazo de la tierra, y revienta las nubes grises, viene un "norte", aunque esté ubicado al sur o este...

Hay que "jullir" para que no nos "agarre" ese diluvio. Muchos logran hacernos entender que "este un país muy especial", donde puedes salir con unas gafas de sol y un paraguas a la vez...

Esta vez, la lluvia nos da un chance, y llegamos secos, igual de sofocados a casa... Pero ¡Hay que coger agua si esa cae, pues se acaban las reservas del tanque y las cubetas!

Abandonamos lo formal, y unas "bermudas", chancletas y franela, arrinconadas junto al armario, pasan al escenario...

¡Volvamos a ser niños!

Llega a nuestros oídos el maravilloso canto de las millonadas de gotas del cielo, y como un llamado a la aventura, a lo casual, a lo espontáneo y mágico, bici en manos, enfrentarse a la locura de vivir...


Dejas atrás el complejo y la formalidad de que eres un adulto de 46, de que eres un profesional que se respeta, y le das prioridad a tu felicidad, y a la necesidad de tomar el agua de los caños para por lo menos fregar, trapear o bajar el baño.

Sí, es posible, montar bicicletas bajo una lluvia de verano pasando los 46, y quedar vivo en la osadía y en la odisea, y encima de eso ser feliz.

Ejercicio húmedo sin la fastidiosa molestia del sudor, aunque sea necesario para limpiar poros y sentir el esfuerzo.

Recorrer el barrio, deshabilitado de peatones o motoristas huidizos de la lluvia. Parar en cada caño y comprobar lo tibio o fresco de cada chorro, según sea el techo de la casa.

Es posible.

Renovar la inocencia y candidez de tiempos pasados en que fuimos felices sin maldades, sonreír aunque no se pueda "calibrar" como piden los menores para retozar un poco, ya que la barriga de los padres de familia a los 46 nos permite a penas pararnos un chin y más nada.

Pedales arriba y abajo, frescura pluvial por todos lados, denotando lodo donde había polvo en calles sin asfaltar, charcos que denuncian hoyos sin reparar.

Un paseo de gozo por las avenidas del alma, sintiendo la libertad, dejando la monotonía y la rutina atrás, y dando rienda suelta a la alegría que nos provoca ser nosotros mismos, sin complejos ni tabúes, ni cohibiciones...

¡Qué bueno es terminar la tarde, el día de trajín, la faena, encima de un acolchado sillín, bajo la lluvia en el barrio, y quedar ileso en el intento!

Sí, montar bicicleta bajo la lluvia, teniendo más de 46 años... ¡Además de posible, divertido!

¿Lloverá mañana? Hay que echarle aire a las gomas.

©Rafael Leonardo... Dejando huellas!

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